martes, 1 de mayo de 2007

Etapa 4 - Peñaseita - Gradas de Salime

Esta etapa fue sin duda la más dura y a la vez la más bonita, es comparable en dureza a la vez que crucé el Pirineo desde Sant Jean Pied de Port o a la vez que anduve desde Olveiroa a Muxía y Fisterra cruzando el río. Fuimos juntos todo el camino los cuatro: Ángel, Domingo, Jullián y yo, al principio topamos con una subida espectacular, al llegar a lo alto hacía un tiempo horrible, no llovía pero la niebla era muy densa y el viento casi nos arrastraba. Al empezar la bajada se abrió la niebla dejándonos una vista preciosa. Después, fue cuando bajamos hasta el embalse.





La visión del embalse y la presa compensó todo el esfuerzo que hicimos, ni siquiera las fotos pueden mostrar la belleza de aquel lugar. La bajada era muy empinada, la tomamos con calma, descendimos más de ochocientos metros en unos pocos kilómetros, la suerte era hacerla entre árboles, atravesando bosques, oliendo a verde. Era posible cruzar el embalse en una embarcación en lugar de dar el rodeo para cruzar por la presa, pero la falta de información ofrecida nos lo impidió, sin embargo pudimos ver así la presa y las infraestructuras que se usaron para construirla, abandonadas.





Nada más empezar la subida había un buen restaurante, pero lo encontramos cerrado, nos vimos los cuatro a la hora de comer, después de haber caminado unos treinta kilómetros, hambrientos, sedientos, tirados en la puerta del restaurante, sin ver ni un alma en kilómetros a la redonda y con una perfecta subida por delante. No quedó más remedio que continuar hasta Grandas de Salime, de un tirón, sin prácticamente haber comido nada en todo el día.

El albergue de Grandas tiene literas de tres pisos, y es un poco cutre aunque, por lo menos, tiene calefacción y está calentito. Allí conocimos a unos sevillanos que hacían su viaje fin de carrera en el camino de Santiago, prácticamente llenamos el albergue, se les veía gente sencilla y amigable.

Tras ducharnos fuimos a tomar vinos para hacer tiempo hasta la cena, y de tapa la mujer cometió la imprudencia de sacarnos un canasto de pan de hogaza tiernísimo con una gran cuña de queso azul, y un cuchillo. Tal era el hambre que teníamos que nos comimos la cuña de queso entre los cuatro mientras bebíamos vino, así que le tuvimos que dejar propina a la mujer. Después cenamos en el mismo lugar, cenamos arroz y jabalí, excelente, y unos postres muy buenos. La tertulia sobre la independencia leonesa con Julián amenizó mucho la noche, y entre vinos nos fuimos todos a dormir con la tripa llena, caí rendido tras el duro día y me dormí el primero, incluso con los sevillanos haciendo ruido.


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