domingo, 6 de mayo de 2007

Etapa 9 - Melide - Santiago de Compostela

Desde luego que ésta ha sido la etapa más dura de este camino y quizá una de las más duras de siempre. Recorrer los 55 kilómetros que me separaban de Santiago desde Melide, después de haber recorrido otros 53 el día anterior me dejó destrozado, pero mi avión salía esa misma noche, tenía que trabajar al día siguiente, e intentar recurrir a la épica proeza era la única opción si quería completar la peregrinación y recoger mi compostela.


Hasta el kilómetro 40 (40 para llegar a Santiago, son regresivos), donde encontré el primer bar, y desayuné, la cosa fue genial, incluso hasta el kilómetro 20 aguanté bastante bien; bebiendo y comiendo lo que tenía, bien me vinieron las chocolatinas que me regaló Ángel el día anterior, y de él me acordaba cuando me dijo que se sentía como un niño pequeño el último día de feria con ganas de vaciar los bolsillos, porque yo me sentía igual; dándolo todo. Ya había pasado por esa etapa del camino el año anterior y ya conocía todo eso, sólo quedaba llegar a Santiago.


Fue al llegar al condado de Santiago, paradójicamente, cuando se me agotaron las fuerzas, sobre todo cuando un escenario temporal en Lavacolla tapaba la salida del pueblo por el camino y me hizo recorrer unos cuantos kilómetros errando. Volví sobre mis pasos y el camino hasta subir el Monte do Gozo, que se me hizo eterno.


Hasta llegar a Santiago, a la zona antigua, y a las calles cercanas a la catedral, pasaron unos kilómetros infinitos, pero todo llega en esta vida, y todo se cumple, y en una de estas vueltas a una esquina aparece el arco que da acceso a la plaza del Obradoiro y el sonido de la gaita llega a mis oídos.

Ese gaitero debería cobrar más que el rey porque su función es mucho más importante. Y si ya venía emocionándome desde que empecé a pisar las calles de Santiago, al oír el sonido de la gaita y pasar por debajo del arco, siento esa sensación inexplicable y sollozo primero, para llorar después. Te sientes el rey del mundo al llegar a esa plaza, y realmente lo eres por unos segundos.


Recogí la compostela, abracé a Santiago, encendí una vela en honor a la abuela de Alicia y otra para mi amigo Guillermo, que me lo había pedido, le pedí suerte para sus peregrinos y caí tumbado en la plaza, donde mejor se está tumbado en este mundo, donde tantos otros se tumbaron a descansar, donde abandoné mis viejas botas en un bonito homenaje. Lo había logrado, y allí estaba por fin descansando bajo sus ojos, porque todo se cumple... una vez más.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Sin palabras :)

Larethian dijo...

Gracias por el detalle. La vedad que es emocionante leerte, ojala todos fuesemos como tu...

un abrazo SuperHombre...

Viva el Rayito!!!!