domingo, 29 de abril de 2007

Etapa 2 - San Juan de Villapañada - Tineo

Despertamos y desayunamos en un bar cercano al albergue. Íbamos Domingo y yo con intención de llegar hasta Tineo, la travesía fue bonita y llana hasta llegar a Salas, donde finalizaba la etapa de libro, decidimos comer allí y seguir. Había una concentración motera y una chica de allí nos avisó de la dureza de la etapa del día del embalse, días después lo comprobaríamos.



Comimos en Salas, en Casa Pachón. Es un bar de pueblo que lo llevaba una señora mayor. Comimos un menú por ocho euros de comida casera, realmente casera; una bandeja de paella gigante, de primero, y otra bandeja de filetes empanados con patatas, de segundo. Desde el sitio donde estábamos sentados se podía ver la cocina, como la de una casa privada, y la comida, como la podía cocinar cualquiera de nuestras madres. Con café y postre en el menú, el trato fue inmejorable y nos dio energías para subir hasta la salida del pueblo y seguir andando.


En el camino entre Salas y Tineo nos sorprendió de nuevo una tormenta, del estilo del día anterior en Grado, muy fuerte, no encontramos dónde refugiarnos y nos calamos enteros. En el siguiente pueblo tuvimos que parar a cambiar la ropa, y yo seguí andando con las zapatillas que llevé para poder andar por los albergues. Cuando estábamos llegando apareció Mikel, un vasco súper amable que nos ofreció secarnos en la chimenea de un vecino del pueblo, que era madrileño, aunque cuando intentamos pasar el tipo estaba fuera del pueblo y nos quedamos con las ganas.

Nos cambiamos y Mikel nos acompañó contándonos su historia, había hecho muchas veces el camino, prácticamente todos, incluso el camino de Madrid, y ahora iba a abrir un albergue en ese pueblo con un amigo. Nos acompañó un tramo hasta el siguiente pueblo y nos invitó a una cerveza, incluso me apuntó, por si necesitábamos algo, su teléfono en una servilleta y me puso "Ondo Bidegin!!".


En el camino hasta llegar a Tineo nos volvió a sorprender otra tormenta que nos mojó toda la ropa. Llegamos al albergue e intentamos secarla como pudimos. El albergue estaba más o menos bien y allí conocimos a Ángel, el madrileño de Getafe del que nos habló Juanito el vallekano, un hombre de unos cuarenta años que se le ve con espíritu joven y muy vivo, y divertido, también a Julián, un leonés prejubilado muy bonachón, noble y con la mirada vieja aunque espíritu joven, a Maria José, una mujer mayor cordobesa muy divertida y a sus cuñadas jerezanas. Nos fuimos todos a tomar sidras por los bares del pueblo y después a cenar a una pizzería. De vuelta al albergue nos volvió a llover, fue un día pasado por agua, por suerte Ángel y Domingo eran peregrinos precavidos y llevaban un par de paraguas.


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