sábado, 28 de abril de 2007

Etapa 1 - Oviedo - San Juan de Villapañada

Ha sido casualidad que el mismo tren que salió el 16 de septiembre el año pasado hasta Hendaya haya sido el que otra vez me haya puesto en camino. Esta vez me ha llevado a Oviedo, desde donde he comenzado el camino primitivo. Llegué a las siete de la mañana, y hasta que conseguí aclararme con el sentido de las conchas metálicas del suelo (que tiene delito no apañarme, después de haber andado casi mil kilómetros el año pasado...) dieron las nueve de la mañana. Fue a preguntarle a un hombre que dónde estaba el camino desde la catedral, y me dijo que empezaba aquí, que le siguiese. Me llevó dentro de la catedral (que al pasar tanto tiempo ya estaba abierta) y me enseñó la Virgen de Covadonga y la imagen de El Salvador, recordándome que "Quien va a Santiago y no ve a El Salvador, visita al criado y no a su señor". Me dijo que pidiese lo que quisiera, que El Salvador me lo concedería, y después me indicó donde había un mapa del camino para salir de Oviedo. Se marchó a misa y yo ya aproveché que había un cura joven para que me sellara la credencial con el sello de la Catedral, el que sería mi primer sello del camino. Me puse en marcha, ya era otra vez peregrino...



Oviedo es una ciudad bonita, y muy pequeña, se podría decir que la zona del casco antiguo se puede recorrer en cinco minutos. Las afueras de Oviedo son bonitas y se olvidan en muy poco tiempo, antes de darse cuenta uno ya está en la naturaleza, rodeado de parajes verdes y pueblos insignificantes. La etapa se hizo muy bonita hasta Grado, el que haya tanta humedad por esta tierra hace que los paisajes sean muy bonitos.



Antes de llegar a Grado me encontré a las primeras dos peregrinas, eran de Gijón y me acompañaron hasta Grado, juntos vimos en el balcón de una casa abandonada a Juanito con su mujer, holandesa, que venían peregrinando desde Roncesvalles con mucha calma. Resulta que era vallekano, como yo, aunque ahora vivía en Tenerife. Es curioso cómo el camino junta a la gente de esta forma, con lo grande que es el mundo y la cantidad de gente que hay. El camino es sólo una metáfora de la vida, no es nada más, decía desde lo alto.



Antes de llegar a Grado pasamos por la orilla de un río, junto a la vía del tren, por un camino muy bonito rodeado de montañas, fue quizá la parte más bonita de la etapa. Al llegar a Grado las chicas decidieron tomar un bocadillo y seguir andando, su intención era llegar hasta Cornellana y hacer noche en el monasterio que hay allí. Yo no quería hacer más kilómetros de la cuenta el primer día, y como buen peregrino gastronómico que soy, decidí tomar un menú del peregrino inexistente en el casco antiguo de Grado, en el restaurante Allandas. Cuando empecé a degustar el menú volví a recordar lo bien que se come haciendo el camino; una ensalada gigante muy rica y un entrecot delicioso con champiñón, patatas y tomate al horno, con un vino riquísimo y tarta de queso casera de postre. Sólo por cosas como ésta merecen la pena los kilómetros, te sientes fenomenal cuando vuelves a cargar la máquina tras una paliza de andar.


Al llegar al albergue tras un par de kilómetros más y bastante lluvia, encontré a Juanito el vallekano y a su chica holandesa, junto con Domingo, un madrileño muy majete que había llegado a la vez que yo a Oviedo. Estuvimos hablando bastante, Juanito es un chaval muy auténtico, salió de Roncesvalles y cogió un autobús para llegar a Oviedo, y su intención es más trotar por el mundo que llegar a Santiago. Domingo tiene pinta de ser un tipo inteligente y divertido, y como su intención era llegar al día siguiente a Tineo, decidí ir con él, puesto que los diecisiete kilómetros que había hasta Salas nos parecieron poca cosa.


El albergue era bastante modestito, Leopoldo, el hospitalero, vive al lado y cuida de él, aunque siendo realista aquí hay poco que cuidar y lo que hay está bastante viejo, pero es de agradecer que haya un sitio aquí donde poder caerse muerto.

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